14 mayo 2012

Bankia estafa, Bankia desahucia, ergo Boikot a Bankia

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 Hoy he participado en el señalamiento público de Bankia, la entidad que más desahucios ha ejecutado en Madrid. Según datos de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), más del 50% de los desahuciados ejecutados en Madrid corresponden a personas que habían contratado sus hipotecas en Bankia. 
A las 8.00 am, hora de la convocatoria a la que he llegado puntual, había casi más periodistas y policías que participantes. Hasta donde he contado, 5 lecheras y más de 20 agentes que, cómo no, han identificado a cuantas personas estábamos allí, sin perder tiempo. Eso si, cuidando las formas, que hoy nos estaban grabando muchas cámaras y micrófonos.
Las personas promotoras de esta acción repartían los formularios de queja adaptados a cada situación. Había formularios para exigir la condonación de la deuda o la dación en pago para los afectados, y otros formularios de queja para clientes, en los que te podías quejar de lo que quisieras.
Me he alegrado mucho de que los llevaran, porque además de señalarles, quería quejarme como cliente. Quería quejarme de sus pésimas prácticas, que me avergüenzan, y decirles que de no parar los desahucios o, al menos, considerar la opción de dación en pago, me daré de baja como cliente. 
Y ahí estábamos, la mayoría de nosotras cansadas, buscando dónde apoyarnos para rellenar la hojita y gritando clásicos como 'Si hay solución, los banqueros a prisión' o 'Vergüenza me daría desahuciar a una familia' y novedades marcadas por la actualidad como 'Si Bankia es nuestra, sus casas también'.
Muy buen ambiente, yo estaba contenta de poder estar ahí, señalando, haciendo saber a la gente las atrocidades que esta entidad comete despojando a las familias de su derecho a la vivienda, de su derecho a una vida digna. Compartíamos unas con otros las causas que más nos tocan la fibra, compartíamos información sobre los incidentes de Sol de ayer y de antes de ayer, mientras esperábamos para poder entrar a entregar la queja. 
Ha sido curioso, porque sólo nos dejaban entrar de dos en dos. Supongo que debido a su afán por tratarnos como a delincuentes, como si tuviéramos una granada en el bolso o algo y estuviéramos dispuestos a lanzarla en la ventanilla, no sé. Supongo que es otro de los intentos de criminalizar nuestras acciones solidarias interviniendo en las formas, cercándonos con lecheras y agentes cara a cara, identificándonos, acompañándonos a la ventanilla... de modo que la gente que pasa por ahí, que no sabe de qué va la vaina, se incline a pensar que efectivamente lo somos.  
Menos mal que aún tenemos voz para rato... (para Rato también)
Así que nada, con la tontería, la cosa se ha alargado más de lo que yo esperaba. De hecho, eran las 12.00 cuando me he ido de ahí, muerta de cansancio, dejando mi queja a otra compañera para que la entregara por mí. 
Uno de los compañeros que ha promovido esta acción me tranquilizaba diciéndome que no me preocupara, que lo importante era estar ahí, que no era tan importante entregar la queja. Yo le he dicho que el número de quejas también me parecía importante. A lo que él me ha respondido que no, que total, se iban a limpiar el culo con ellas...
Bueno, pues deseo que así lo hagan, que con las 150 quejas que se estiman hemos presentado esta mañana, se limpien el culo y se corten con el filo de alguno de los folios el ano o la carne de los gluteos por dentro. Y que sangren mucho. Eso les deseo. De todo corazón.
Si tú también estás de acuerdo en que los desahucios hay que pararlos, páralos. Entra en http://www.quenotehipotequenlavida.org/ y entérate de qué puedes hacer, que es mucho. 

09 mayo 2012

Qué vergüenza da, siendo policía cobrar por desahuciar

Hoy a las 9.00 Banesto y la policía venían a desahuciar a dos familias en Lavapiés, por segunda vez. Así que el Grupo de Trabajo de Vivienda de la Asamblea Popular de Lavapiés puso en marcha todo el dispositivo solidario para intentar impedirlo, otra vez: han repartido folletos con mil y una forma de ejercer presión ante esta injusticia, ayer convocaron una cacerolada por el barrio para informar y convocar a más gente al desahucio de hoy a las 8.00, una hora antes de la convocatoria del desahucio. La idea era adelantarnos a la policía. 
Pero cuando he llegado a la zona, a las 8:10, dos lecheras ya obstruían el paso a la calle Fray Ceferino González donde se ejecutaba el desahucio, otra estaba aparcada en frente de la puerta de la vivienda y, al menos, otra más estaba en la calle perpendicular, al lado de la iglesia. Si había más, yo no las he visto. Y hasta donde mi vista alcanzaba, he contado 15 agentes. 15 empleados públicos al servicio de los intereses privados, en este caso, de Banesto. 15 empleados pagados por nuestros impuestos, dedicándose a identificar, una a una, a todas las personas que estábamos allí. Según íbamos llegando, sin perder tiempo, nos iban pidiendo la documentación, para evitar que las caras les bailaran después. Hasta donde he contado, han identificado a unas 35 personas. 
Según uno de estos agentes, se nos identificaba porque estábamos realizando una concentración sin haber pedido autorización previa. Y nos aconsejaba no ponernos a caminar, porque entonces aquello se iba a convertir en una manifestación y nos podíamos exponer a 6.000 euros de multa. 
- Yo os informo, para que luego no digáis que no os informamos. - ha dicho este agente pelirrojo.
- Si, claro claro. - ha contestado una compañera con gesto amable. 
Una señora que pasaba por ahí me ha preguntado qué estaba pasando ahí, que porqué había tanta policía. A lo que yo le he respondido:
- Mire, quieren desahuciar a dos familias, y han mandado a toda esta policía a identificarnos, porque la solidaridad parece ser que ahora es delito, ¿sabe? (luego comprobaría que no nos estaban considerando delincuentes, sino una amenaza para la seguridad ciudadana
Y nada, ahí nos hemos quedado, bien indentificaditas todas, todavía con la legaña pegada, a ver qué pasaba. Ya nos íbamos despertando, cuando ha llegado el abogado de las familias, que, como no, también ha sido identificado. 
Después han subido al piso, han bajado, han identificado a las personas que, en solidaridad con las familias víctimas habían dormido en su casa. Y, como una de ellas no llevaba la identificación encima, se la han llevado a comisaría. 
Y a las víctimas, a las familias, a los niños, los han desahuciado, los han echado de su casa. Sin más. Pero parecía que no estaban satisfechos con la hazaña del día. Y, como las víctimas tenían la piel un tanto oscura, se han permitido la licencia de pedirles la documentación, por si acaso no los tenían en regla y así, matando dos pájaros de un tiro, les expulsaban del país. 
Mientras esto ocurría, nosotras ya nos habíamos despertado y todo lo cerca que las lecheras nos permitían estar de la casa, alzábamos la voz, gritábamos ¡Vergüenza me daría echar a dos familias!, ¡Vuestra crisis, nuestra miseria!, ¡ningún ser humano es ilegal! cantábamos ¡Qué casualidad, qué casualidad, aumenta la pobreza y el gasto policial!,  también, mirándoles fijamente, les decíamos a los policías ¡Sin policía, no habría desahucios!, ¡Tú dignidad se compra con mil euros! y, cuando se han avergonzado, porque se han avergonzado y han bajado la cabeza, les hemos dado la última estocada con: ¡Os pagan mil euros por mirar al suelo! 
Entonces, algunos compañeros han abandonado las consignas colectivas para dirigirse a ellos de persona a persona, de acera a acera, diciéndoles que ellos también se pueden negar a ejecutar estas atrocidades, que ellos también son personas, y que deberían cambiar de lado de la acera y venirse con nosotros, porque ellos también tendrán hipotecas, porque mañana también podrían ser ellos.  
Y ellos escuchaban, qué remedio, y alguno se bajaba la gorra y la mayoría agachaban la cabeza, aún más. Pero ahí seguían, ejecutando órdenes, expulsando a dos familias de su casas, robándoles el dinero que ya habían pagado por su casa, robándoles su esfuerzo pasado y su derecho futuro a vivir con dignidad. Ahí seguían ellos, llamemos a las cosas por su nombre, delinquiendo bajo el amparo del Estado, siendo cómplices de la estafa a la que las entidades bancarias prefieren llamar crisis, siendo, en definitiva, no-personas, porque no olvidemos que lo que distingue a la condición humana del resto de seres vivos es la conciencia, la moral. Y la moral, no se compra con mil euros. Ni con cienmil.  
Algunas compañeras han ido a Banesto a seguir haciendo presión, pero cuando he llegado, ya se habían ido. Lo que sí he hecho al llegar a casa ha sido llamar a la Delegación de Gobierno para que me indicaran donde puedo encontrar las leyes que les permiten identificarnos. Dado que ese pelirrojo era una no-persona, yo decido no-fiarme de él, ni de sus no-palabras, decido conocer cuales son mis derechos por mi misma. 
Si a ti también te interesa, aquí están las leyes que regulan nuestros derechos: 
Estas son las leyes que regulan el Derecho de Reunión:
Como ahí no decía nada sobre identificaciones, he vuelto a llamar y me han redirigido a la Ley Orgánica 1/1992 de 21 de febrero, sobre Protección de la Seguridad Ciudadana. Su derecho a identificarnos está en el artículo 20
Entre llamada y llamada, me han dicho que nos identifican porque, al no haber pedido autorización para concentrarnos, ellos tienen que entregar un parte informando de las características de la concentración (lugar, número de personas, recorrido si lo hubiera, etc) que, en principio no tendría porqué llegar multa.  
Si llega multa, volveré a llamar. A ver... 
Si tú tienes alguna duda al respecto de estas leyes, llama también a la Delegación de Gobierno (91 272 90 00) y pregunta por la Unidad de Seguridad Ciudadana para que te la expliquen. (Si es que pueden)
Y si esta situación a ti también te parece indignante entra en http://www.quenotehipotequenlavida.org/ y mira, quizás puedas echar una mano para ponerle fin.

08 mayo 2012

Un enchufe, por favor

- ¿Pero esto qué día es?
- El 13.
- ¿Y eso en qué cae?
- En domingo.
- Ya ¿Y dónde va a ser?
- Ahí, en los puestos de las plantas.
- Hombre, pues lo suyo sería que ellos os dejaran la luz.
- Ya se lo pedí, pero me dijeron que no podía ser, que una vez cerrada la caseta no hay manera de sacar el cable.
- Ya... pues vale... sí, yo os lo dejo, porque todo el mundo tiene derecho a hacer sus cosas... pero no me pidáis nunca nada más. La experiencia me dice que... 
Y me palmea la espalda y me sonríe, como buscando mi complicidad. Yo no entiendo qué cojones me quiere decir, así que me mantengo con expresión muda, mirándole. Él continúa: 
- Yo te lo dejo, porque tengo buena voluntad, pero aquí no tenemos nada más. Así que no lo pidáis.
- Vale, (no se si sabrá, si la experiencia ya se lo ha demostrado también, que se nos conoce por nuestros actos, no por nuestras voluntades, de hecho me parece que ha empleado las palabras buena y voluntad con demasiada ligereza, así que ni en sus mejores sueños volverá a verme aquí pidiéndole nada) no se preocupe. El 13 vendremos y nos ocuparemos de que el cable no se vea. Muchas gracias (capullo).

06 mayo 2012

Rebelión

Cuando hace un mes (o dos) aparecieron por casa las primeras cucarachas, tardábamos una media de cuarenta y cinco minutos en matarlas. Era todo un ritual, con sus fases, gritito histérico, evasión de responsabilidad, matala tú, no tú, venga vale tú, coge ese papel y empújala hasta aquí que la estoy esperando yo, que con este nosequé la aplasto y no salpica, sonidito, gritito, escalofrío y asco. Fin.

Carmen y Pablo el sábado, cuando Dani bajaba las escaleras del portal, estaban aún en plena fase de griterío.

- ¿Dónde está? ¡No la veo! -decía Pablo.
- ¡Ahí, ahí! ¡Debajo!- le indicaba Carmen a dos metros de la mesa.
- ¿Dónde? Ay que asco... ¡Que no la veo! - decía Pablo a voz en grito.


Les habíamos invitado a cenar. Habíamos tomado unos vinos, charlado un rato y ya habíamos decidido que teníamos hambre. Así que era el turno de Raclet de salir a escena. Raclet es un aparato que solemos describir vagamente, porque la curiosidad de saber lo que es, atrae amigos hacia nuestra casa. No queremos chafar el momento de sacarla y explicar cómo funciona, que siempre resulta conmovedor.

Justo en ese punto estábamos el sábado, posando la caja de cartón en la mesa, ya limpia, y abriendo la pestaña de la caja que la contiene, cuando, no contentos con la expectación usual, sorprendimos a nuestros invitados con un golpe de efecto. Como antílopes galopando por un arenal, las cucarachas empezaron a salir de la caja una, dos, tres, recorriendo la mesa en cuatro, cinco, seis direcciones distintas.

- ¡La virgen!
- ¡Ostia!
- Pero, pero, pero....
- Dios, ¡el nido!
- Mira, y ahí otra.


Pablo y Carmen no tardaron en saltar de sus asientos. 
Dani cerró la caja,
Un segundo después, se coordinaban para decirle al otro que las matara. 

y se quedo con ella en las manos:


- Joder, ¿qué hacemos? - me preguntó.
- Esto es lo mejor que podía pasarnos -me alegré-.  Tira la caja a la basura y ¡listo! - respondí en plan comando.

Y Dani respondió bajando las escaleras del portal, en lo que Carmen se mordía los nudillos y en lo que Pablo ya se había decidido a pasar a la acción. Haciendo equilibrismos, un pie en el gres, el otro en el aire, intentaba bajar a la cucaracha de debajo de la mesa con la tosca goma de sus zapatillas.

- Pero miralá, ¡ahí! No, ahí no, ¡ahí! - esa era Carmen a dos metros de la mesa.
- ¿Dónde? ay por dios ¡qué asco!  ¡No sé dónde me dices! - gritaba Pablo.
- Ay! chico, ¡pero si está ahí! ¡ahí! - le repetía Carmen ayudándole muchísimo.

Qué suerte hemos tenido, iba pensando para mí, que por fín encontramos el nido, quién iba a pensar que se iban a esconder ahí, pero qué bien, y cosas tan trascendentes como esas, mientras observaba la escena distraída. Ellos ahí, gritando, teatralizando la situación, se veían divertidos de cojones.

- Ay ¡Pero qué asco, por dios!, ¡qué venga algún hombre ya, que aquí andamos escasos! - sentenció Pablo.

Entonces, cuando agoté todas las carcajadas que tenía acumuladas, cogí un papel de encima de la mesa y lo acerqué a la cucaracha. Suavemente, la recogí entre el papel y cuando estuvo dentro, la aplasté con los dedos. Después, para que no estuviera sola, fui en busca de la otra, la que estaba en el suelo y la otra en la pared y la otra en el mueble y así hasta terminar con todas, aplastadas en el papel. Juntitas. Muertas. 

Cuando volví al salón, después de tirarlas a la basura, Dani entraba por la puerta:

- ¿Pero cómo ha sido esto? ¡En la caja la raclet! Nunca hubiésemos mirado ahí - Dani estaba igual de sorprendido que yo.
- Ya te digo - dije-. Menos mal que sois de confianza - me reí mirando a Carmen y Pablo.
- Buah! No se cómo puedes- me respondió Pablo mirandome todavía con cara de asco.
- A todo te acostumbras - respondí.
- Verás cuando se lo cuente a mi madre- dijo Carmen- ¡se va a morir de la risa!
- Pues yo a la mía, mejor que no se lo cuente, le puede dar algo... - dijo Pablo.

No se porqué hablamos de nuestras madres si aquel día no era el día de la madre, pero así fue. Comentamos la jugada durante un rato, después limpiamos la raclet y después cenamos como fieras y bebimos lo que nos dio la gana, como si allí no hubiese pasado nada.