Hoy os voy a contar una historia que, creo, merece ser contada. Hay ciertas historias que nos ayudan a encontrarnos con nosotras mismas. Y son esas historias las que se cuentan generación tras generación. No se si esta es una de ellas, no obstante. Lo que sí se es que tiene corazón. Y por eso está aquí. En este acelerador de partículas que es mi blog.
Esta es la historia común de un hombre común. Un amigo, un conocido de mi padre. Un hombre que seguramente no espera que alguien escriba su historia. Ni de lejos. Y aquí tenemos uno de los primeros rasgos que hacen de este hombre un hombre admirable. Es un hombre humilde. Un hombre que no se da ninguna importancia. Ninguna.
Regenta su propia empresa unipersonal. Desde hace años, me cuenta mi padre, recoge la basura de unas cuantas comunidades de vecinos de algunos barrios de Burgos. Las familias dejan la bolsa de basura en la puerta de la casa y él pasa todas las mañanas recogiéndolas a cambio de unos euros al mes. Algunas familias más dejan su basura en la puerta. Él cree que le ponen a prueba. Que la dejan ahí para ver si se equivoca. ‘Se piensan que soy tonto’ - dice. Él lleva años haciendo el mismo trabajo y no se equivoca. Y aquí tenemos uno de sus mantras. 'Se piensan que soy tonto'- es una de las frases que repite a menudo.
Mi padre le conoce porque un día le pidió ayuda. Le pidió si podía marcar los campos de fútbol. Él acudió a la cita y desde entonces es una mas de las tareas semanales a las que se entrega. Todos los viernes saca la pintura blanca y la máquina y paso lento a paso lento su cuerpo, fuerte, pesado empuja el carro. ‘Llueva, truene, haga frío o hiele, ahí está’ - cuenta mi padre.
Después le dan algo de dinero pero, por lo que entiendo, él no pide dinero en ningún momento. Segundo rasgo admirable de esta persona que se entrega a pintar los campos. No pide nada a cambio. Simplemente lo hace. Se entrega a ello. Se prepara los cuadrantes para saber dónde hay partidos el fin de semana y marcar los campos apropiados. Y se funde en la tarea. No le importa si le miran o no. Porque no se da ninguna importancia. Tampoco espera recompensa alguna. Solo le importa hacerlo bien. Como si importara.
O eso dice mi padre. Que le gusta que la gente esté contento con sus servicios. A veces acude a los entrenamientos 10 minutos antes de la hora y saca todo el material y lo deja preparado. Cuando llega mi padre le encuentra ya con el material listo. Tranquilo y con una sonrisa de satisfacción puesta.
‘Desde que le conocí le he pedido muchas cosas’, - dice mi padre- ‘y al 98% de ellas me ha respondido con un ‘sin problema’. Esto a mi padre le encanta, claro. ¿Y a quien no? Es admirable esa voluntad de querer hacer la vida fácil al otro. Y aquí tenemos otro de sus mantras: 'sin problema'.
Del último sitio se fue porque ‘se creían que era tonto’- dice mi padre imitándole. No recuerdo los detalles de la situación, pero el caso es que nuestro amigo lidia bastante con personas que ‘se creen que es tonto’.
Quizás es porque tiene una aspecto desaliñado. Tiene el pelo alborotado y tampoco presta mucha atención a su ropa. Además, no controla bien la saliva y a veces se le cae la baba. Debe ser por eso que la gente piensa que es tonto. Pero a mi me pareció un ser admirable, haciendo un manejo sublime de su energía, poniéndola al servicio de los demás sin pedir nada a cambio, con voluntad de ayudar pero sin dejarse aplastar, no de cualquier manera. Satisfecho consigo mismo.
Le imagino cada noche yendo a dormir cansado, quizás exhausto pero satisfecho. Le imagino libre de pensamientos basura en la cabeza. Le imagino soñando mundos fantásticos en las noches. Y al día siguiente más. Y más de lo mismo. Repitiendo. Más de lo mismo. Y bien en lo esencial. Haciendo bien las cosas, como si importara. Y podría hacer cualquier cosa. Pero lo importante es el amor y la entrega con que lo hace. Y eso es lo único importante.
Lei el otro día que solo tienes lo que das. Y me parece que aquí tenemos una de esas personas millonarias.
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