21 noviembre 2012

Performans en Florencia 10 + 10


La Austeridad azota sin descanso a las personas de Media Europa...

Aplasta y aplasta cada vez más fuerte a las personas, les quita los trabajos, las casas, las prestaciones sociales... Los servicios públicos se vuelven privados, los bienes comunes dejan de serlo, suben las tasas de todo, sufren también la libertad de expresión y los cuerpos....

Y cuando ya parece que la Austeridad ha ganado, que ya ha podido con todas las personas de Media Europa....

Las personas de Media Europa se levantan cargadas de rebeldía y, sin temor, se dan la mano, crean redes de solidaridad internacional y se dedican ayudarse unas a otras y a presionar y a presionar, a desobedecer y a desobedecer...

Hasta que acaban con La Austeridad y con el FMI y el BCE y el BM, y ya de paso cambién acaban con la OMC (que le tengo yo ganas desde hace tiempo) y con el estado genocida de Israel. Además, el delta del Níger vuelve a estar sano sanote, como estaba antes de que Shell lo destrozara todo.
Fin

(Así son las cosas en MundoDo)




16 noviembre 2012

Halt

Recorro el camino que recorrieron 4000000 
de espectros.
Bajo mis botas, en la mustia, helada tarde de
otoño
cruje dolorosamente la grava.
Es Auschwitz, la fábrica de horror
que la locura humana erigió
a la gloria de la muerte.
Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de
nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las cercas electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas de
cabellera humana
ante la herrumbrosa puerta del horno donde
fueron incinerados
padres de otros hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos,
niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalem y Jericó,
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos, desnudos, ateridos
cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso
camino
desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.
Pienso en ustedes
y no acierto a comprender
cómo
olvidaron tan pronto
el vaho del infierno

Luis Rogelio Nogueras, 1979.


15 noviembre 2012

Hoy no se trabaja, hoy no se consume #14N

Aquí están todas las fotos que hice ayer, en la Huelga General #14N

Me incorporo a la Huelga a las 13.00 llegando a Cibeles caminando paseo de la Castellana abajo. Iba yo tan tranquilitamente, cuando una marea de gente corre despavorida hacia mi, hacia la izquierda, hacia la derecha, fuera de la Plaza.

Cargas así, a lo bestia, a plena luz del día en un día de Huelga. No me lo puedo creer. Tanto es así, que tardo más o menos un mes en sacar la cámara de la funda. Me quedo un rato y voy camino a casa, a ponerme ropa de mani. Así que paso por delante del Teatro Español, donde Willy Toledo y técnicos se han encerrado. En la plaza hay un babyblock. Me encanta. Allí me encuentro con dos compas y me dicen que la mañana ha estado movidita en el barrio. Que ha habido dos desahucios. Y que en uno de ellos, han detenido a otro compañero. Desahuciar en un día de Huelga. ¿Hay algo más ruín?

Como algo rápido en casa, y veo en twitter que hay gente que ha ido desde la Acampada Bankia hasta el Hospital de la Princesa. Me parece cojonudo aprovechar este día para apoyar estas dos movilizaciones. Así que cojo mi bici-acuática y voy para allá, aunque calculo que con una hora de retraso.

En Celenque un grupo de apoyo a la acampada recoge firmas para la ILP, para paralizar procesos de desahucio y en contra de la privatización de la Princesa, firmo todo y voy a hablar con tres afectadas por la hipoteca. Están sentadas en un sofá y son un amor de mujeres. Me cuentan que hacen turnos para que siempre haya alguien en la acampada, pero que es difícil porque la gente trabaja o tiene que estar con sus familiares, o está buscando un lugar donde quedarse. A pesar de eso, dice que como hoy era Huelga ayer se quedaron 23 personas a pernoctar. A estar, me dicen, que dormir no hemos dormido nada. Me ponen al día, me dicen que de los 55 casos que están defendiendo en la acampada, sólo se han conseguido 8 alquileres sociales, de los cuales, sólo 1 tiene el contrato firmado. Me dicen que no se están paralizando los desahucios, que hoy en Madrid se han intentado 4, de los cuales 2 se han parado y 2 se han ejecutado. (Dos ya se cuál son)

Después un chaval me ha contado que el bicipiquete ha estado muy bien, que han cortado Gran Vía, el paseo de la Castellana, Neptuno y Principe de Vergara hasta llegar al Hospital de la Princesa. Me cuenta que en Neptuno han identificado a alguna persona. Cuando llego a casa, veo que también a uno de las fuerzas del desorden se le ha ido la mano con una bicipiketista.

Otro chaval me dice que han hecho un encierro universitario en la facultad de medicina y que han cortado la carretera de la Coruña. Que después han marchado hacia Plaza España para unirse con la gente.

Cojo la bici y me voy a la Princesa, pero justo cuando llegaba, la gente empieza a marchar, así que me sumo por la calle Serrano. ¡De mani por el barrio Salamanca! pa vivirlo. La policía intenta reducirnos a dos carriles de malas maneras, pero la gente defiende el espacio con muy buen saber estar. En una de esas, que nos quieren reducir, uno me empuja desde la bici, me dice que me vaya a la acera y la gente le grita. ¿La acera?- pienso. Pienso en decirle que estamos en 'la calzada' pero bah, qué necesidad.

Me voy a la acera, ahora sí. Y justo me paro delante de una mujer que se pone como una miura al paso de la gente. Tenía que haber alguna espontánea, lo contrario habría sido decepcionante. Empieza a insultar, a llamarnos vagos, a decirnos eso de qué nos fuéramos a trabajar. Los insultos le llueven back. Y de qué manera. Me acerco a ella, se estaba tomando un martini. Me dice que tiene a sus tres hijos en paro, que les ha reducido la paga ¿? y que la gente tiene que hacer lo que ha hecho ella, dejar de comprar solomillo y comprar cerdo. Esto en pobre se vendría a traducir como perder la casa, no llegar a fin de mes, no tener un solo sueldo en la casa, que falte para comer... Dice que le tendríamos que haber dado un tiempo, que Rajoy no es un dios que pueda arreglar el desastre del 'Hijo Puta de Zapatero'. Le digo que qué le parece que se esté recortando en la educación y se esté privatizando la sanidad. Dice que se saca de donde se puede. Sospecho que va bolinga.

Nada por aquí... cojo la bici y me piro. Me encuentro con otros compas y me dicen que el piquete de la noche fue sorprendentemente bien, que casi todos los bares estaban cerrados y que hicieron las cosas bien. Me alegro. Dice que la marcha ha venido por la mañana.... Ya, le digo, ya me han contado.

Seguimos caminando. Es divertido ir así a la deriva... jugando al gato y al ratón con los azules. En una de las glorietas hacemos como que vamos a torcer a la derecha, la cabecera toma ese rumbo y seguimos. Y en cuanto las lecheras se colocan delante de nosotras, damos la vuelta y seguimos rotonda arriba. Nos reímos. Por un rato no hay lecheras a la vista.

Llegamos hasta Atocha y allí hay un hervidero de gente. Gente, gente, gente, gente por todas partes. Voy a casa a dejar la bici para ir a la mani convocada por las personas sin intereses creados, CGT e Izquierda Anticapitalista.

Allí está de nuevo un auténtico crack del cancionero de mani, trabajador de UPS. Ellos denuncian un ERE ilegal y ya les ví en otra. Son geniales. Con ellos no pasas frío. Así que me he quedado un rato con ellos y después otro rato con una batucada, que me pone a mi los pelos de punta. De pronto veo a una mujer que lleva una pancarta que dice: 'Soy Iglesia y estoy aquí' así que le pregunto qué quiere decir con eso. Me dice que los cristianos de base trabajan muchos temas que defendemos nosotras, de hecho dice que trabajan con nosotras, que trabajan con personas inmigrantes, que conocen la realidad de los desahucios, que trabajan dando alimento... Añade que le parece una vergüenza que el arzobispado no se haya pronunciado al respecto del tema de los desahucios. Y que por eso, ellos tienen que salir a la calle, significarse. Cree que la gente tiene miedo de dar la cara, vergüenza de decir que son cristianos. Y yo pienso que no se qué habremos hecho mal para que eso pase.

Después me encuentro con un montón de personas adorables bajo la pancarta de la Auditoría Ciudadana de la Deuda, y me entretengo un rato. Llegamos a Atocha, pero yo venía en la cola y la cabecera ahí no estaba. Había mucha gente, (¿35.000? me troncho) pero la mani ya había escondido las pancartas y ya no sabía con quien venía yo. Hay mucha gente que ya se va a casa por Atocha y otra mucha que baja y yo, yendo a contracorriente, subo a Neptuno. Está petado. Unas dos mil personas habría sólo en el borde del jardín que siempre vallan. Hay mucha policía y hoy han estado muy duros, más duros que nunca. Así que me voy prontito, como a las nueve o así, cuando pegan los tres primeros disparos con pelotas de goma, porque yo no soy así de valiente.

Hasta aquí, con interrupciones, las cosas como nos gustaría hacerlas. Después ya vienen las cosas como nos obligan a hacerlas. Como cuentan las fotos de Álvaro Minguito, hoy en Madrid las cosas han cambiado para siempre. 72 personas heridas y 155 detenidas no es normalidad.

Más cosas de esas que tienen tela:

De Madrid....
Así, como resumen sintético, me ha encantado el 'Minuto a minuto' de 20minutos.

Así lo cuenta un compañero de Lavapiés:

Agresión a una chica del #bicipiquete
Así detiene y pega aleatoriamente la policía, en Gran Vía
A partir de 1.10.10 @anitabotwin entra en Cibeles y después de presenciar cargas, cargan contra ella, mientras streamea.  (Podemos afirmar que ese UIP no era un gran estratega, aunque como no tiene número de placa...)
La policía empuja a una mujer escaleras abajo.
Disturbios nunca vistos antes en Madrid.


De Cataluña...
Agresión a un chico de 13 años en Tarragona.
Los mossos se atropellan entre ellos (luego normal que resulten heridos)
Una mujer pierde parte de la visión de un ojo por un disparo de pelota de goma.

Y entre tanto ahí está Rajoy, que cuando le preguntan por la Huelga, remite al Ministro de Economía.
Y la Delegada de Gobierno, Cristina Cifuentes, que tiene toda la razón:



Y chimpúm.
Y así va.

13 noviembre 2012

Esa fina capa de normalidad

La jornada empezó en Florencia con un sobresalto, con un ¡Doris, nos hemos dormido, son las siete y veinte! y a todo correr metiendo las cosas en la maleta, al tiempo que me calzaba y salía pitando del hotel camino al autobús que nos llevaría a Pisa, desde donde cogeríamos un vuelo a Madrid y desde donde yo volvería a Roma y de ahí, volaría a Tel- Aviv, donde me vendrían a buscar y me llevarían a un hotel, donde me encontraría con la gente que conocí en Luxemburgo y con mucha otra gente que quería conocer.  

Durante veinte horas de viaje solitario, me dio tiempo a pensar mucho sobre muchas cosas. Hice una recopilación de las últimas veces que había llorado, en las últimas veces que alguien, contándome alguna injusticia me había estrujado el lagrimal hasta hacer bañar mis mejillas. También iba pensando en la cantidad de injusticias que suceden y cómo la gente (ese ente) se empeña en mirar para otro lado, se empecina en ponerse un par de viseras en los ojos, que sólo le permitan concentrarse en el futuro más inmediato y en sus necesidades innecesarias individuales, en cómo la gente sigue mirando escaparates y consumiendo hasta la exasperación como si alrededor nada pasara. O como si fueran hechos que no se pudieran cambiar de ninguna manera. En cómo se empeñan en querer creerse esa mentira.

Iba yo rumiando este tipo de cosas cuando la mujer que compartía fila de asientos conmigo en el vuelo, se coló en mis pensamientos y me obligó a dejar de pensar para pasar a charlar. Después de haberme cerciorado de que Lea era una mujer, cuanto menos, curiosa y después de acompañarla al baño, la mujer estaba casi ciega por un error médico, decidimos que íbamos a intentar dormir un poco antes de llegar a Telaviv. Serían, calculo, las 2 de la mañana.

Cuando estaba a punto de cerrar los ojos, unas luces naranjas y otras azules, irrumpían desde el horizonte más bajo en la negrura de la noche, expandiendo sus colores en fogonazos al aire durante apenas dos segundos. Llegué a contar cuatro o cinco. Algunas explosiones de color eran más grandes que otras. Pensé que quizás porque algunas estaban más cerca de otras. Pensé que aquello tenían que ser bombas, ¿que otra cosa podría interrumpir la continua oscuridad de esa manera? Pero en el vuelo nadie se inmutaba. Algunas personas irían de vacaciones a Israel y otras, como aquella mujer, a visitar a algún pariente. Yo que sé. Lo que sí se es que nadie dijo ni hizo nada. Y aquel mutismo me conmocionó, confirmando todo aquello que venía yo pensando por el camino.

Al llegar a Tel-Aviv, serían, calculo, las 3 de la mañana, iba yo más bien pensando en cómo iba a cambiar mi dinero en la moneda local a esas horas. Iba pensando en otras cosas, en mi cansancio, en la mujer con la que había venido charlando... y no en cómo iba a responder a las preguntas inminentes de la policía israelí. Así que cuando me encontré delante del mostrador todo fueron titubeos por mi parte. Titubeos que me costaron cuatro interrogatorios distintos, con personas de distinto rango dentro de sus fuerzas de seguridad y unas seis horas de espera en una sala en la que era prácticamente imposible quedarse dormida. Como si de una escena de una película de intriga se tratara, en la pantalla de la televisión que tenía encima de mi cabeza se sucedían una tras otra, escenas de dibujos animados de otro tiempo, en blanco y negro, apenas si trazos con forma de muñecos, protagonistas de situaciones distintas, acompañados de textos en hebreo.

Calculo que tuve la mala suerte de dar con los peores y más despiadados interrogadores: dos mujeres con unas uñas postizas kilométricas y las cejas depiladas de forma extremamente perfecta, párpados maquillados, cuatrocientos gramos de rimmel en las pestañas, mirada fija a los ojos y tono cortante; un hombre con uno de los ojos velados y con una pupa de la que manaba pus y un oficial de rango más alto que, si bien parecía más amable, no me dio tregua. 

A las nueve de la mañana, por fín, me mandan entrar en la sala de inmigración para llevar a cabo el último interrogatorio. El que decidirá si puedo entrar en el país o no. Nuevamente no tuve suerte, una mujer de mirada penetrante no me dio concesión alguna. Me tuvo una hora preguntándome las mismas cosas que ya me habrían preguntado los otros: ¿Es la primera vez qué vienes? ¿Cuál es el motivo del viaje? ¿Con quien vives? ¿En que trabajas? ¿Por qué tu novio no ha venido contigo? ¿Conoces a alguien aquí? ¿Cómo se llama? ¿Dónde lo conociste? ¿Cuál es su número de teléfono? ¿Donde vive? ¿Tienes antecedentes penales? ¿Si te dijeran que participaras en una manifestación lo harías? ¿Participarías en alguna acción ilegal? ¿Qué pasaría si sólo te dejara pasar a territorio israelí? ¿Quién te ha pagado el billete? ¿Tienes tarjeta de crédito? A verla. ¿Cuánto dinero tienes? Y así, durante más o menos una hora, calculo. Después me tomaron las huellas dactilares y me hicieron una fotografía sobre un fondo azul marino. Ahora voy a resolver si puedes entrar o no, espera aquí- me dijo.

Al cabo de un rato en el que casi ya me había quedado dormida, la chica volvió con un bocadillo y una botella de agua metidas en una bolsa de plástico. Me tendió la bolsa y me dijo que el visado había sido denegado y que me mandarían de vuelta a Roma, pues es de ahí de donde venía. Rompí a llorar. Así que se apresuraron en sacarme de la sala.

Había estado toda la noche insistiendo en que necesitaba hacer una llamada para que mis amigos no se preocuparan por mí, toda la noche insistiendo en reunirme con mis cosas, con mi maleta, toda la noche pidiendo que, por favor, me dejaran salir a fumar un cigarro... Las respuestas fueron siempre negativas. También pedía que me dijeran cuánto tiempo iba a tener que estar ahí, pero no se me informaba de nada. Ahora que sabía que ya no iba a entrar, mi tono y mi actitud cambiaron radicalmente, además de sumar a estas peticiones la de ser devuelta a mi ciudad de origen, a Madrid.

No sólo no me dejaron tranquila, ni me concedieron ninguna de las peticiones sino que siempre me decían donde tenía que ir, donde me tenía que sentar, lo que tenía que hacer de muy malos modos. Me registraron absolutamente todo el equipaje: neceser, móvil y tablet incluidos y me inspeccionaron el cuerpo, los zapatos, el pelo, las costuras, los dedos de los pies, los botones del pantalón, mientras yo lloraba y les decía que no entendía lo que estaban haciendo, que no entendía qué peligro podía suponer yo para ellos, que yo era una persona pacífica y que todo aquello me parecía un absurdo, que no entendía cómo podían hacer aquel trabajo y dormir bien por las noches, que me estaba sintiendo humillada y que no deseaba que aquello les pasara nunca. Ellas hablaban entre si en hebreo, así que les dije que lo mínimo que podían hacer era hablar en inglés mientras yo estuviera presente. Todo eso mirándoles fijamente a los ojos, como ellos hicieran conmigo antes. También les llamé maleducados, a todo aquel equipo de seis pseudo-personas encargadas de registrar todas mis cosas, en aquella sala de paredes blancas y máquinas y escáners y aparatos metálicos, les obligué a pedirme las cosas por favor, o no colaboraría para nada en hacer las cosas fáciles, así que tuvieron que hacerlo.

Después me dejaron en otra sala con otras tres personas de Portugal, con las que me puse hablar después de que una rubia con rímel azul y fea como su puta madre me dijera que no podía fumar hasta que saliéramos. Le había dicho que me habían prometido fumar después de la inspección y que, mientras hacían lo que tenían que hacer, no le costaba nada dejarme salir a fumar. Ella me dijo, en portufrañol que no, así que la invité a que viniera a España a perfeccionar su español de mierda. Casi se le salen los ojos de las cuencas, lo que me divirtió sobremanera. Ya tranquila por ese lado, los portugueses me contaron que habían ido a visitar a un amigo suyo a ver si había trabajo por ahí y que no les habían dado el visado. Estaban abatidos, ellos no respondían a nada, no abrían la boca, sólo agachaban la cabeza y obedecían. Y aquel comportamiento también me sorprendió.

Al rato nos sacaron de ahí y nos dijeron que nos metiéramos en una furgoneta. Cuando ellos tres ya estaban dentro, yo le pregunté a la pseudo-barbie que hasta que no me dijera dónde íbamos yo no me montaba en ningún sitio. Me dijo que íbamos a una sala hasta que pudieran cambiar los billetes. A lo que yo le respondí que lo mínimo que podían hacer era informarnos de las cosas, que no éramos animales. ¿Animales?- respondió ella, supongo que pensando que nos estaban dando un trato excelente. Al llegar, nos obligaron a meter nuestros móviles en la maleta y sólo después de eso, nos dejaron fumar. Pregunté nuevamente si me iban a dejar llamar, a lo que me respondieron que sólo podría hacer una llamada a la embajada. Mentira. Así que le pregunté si podía pedirle a alguno de los portugueses que me dejara llamar desde su móvil. La respuesta fue no. Nos apresuraron a entrar en el edificio. Nos condujeron por pasillos infestados de banderas israelíes hasta una sala en la que nos obligaron a dejar nuestros equipajes, junto a otros tantos que había allí. Sólo nos dejaron coger la cartera con nuestro dinero y el tabaco, sin mechero. Por supuesto, todo eso resultaría inútil en la sala.


La susodicha sala era una cárcel. No me había dado tiempo a entrar cuando me encontré con la puerta cerrada. Una puerta blindada con un ventanuco al pasillo. Di golpes en la puerta hasta que abrieron. Mi pregunta esta vez fue cuánto tiempo iba a estar ahí. A lo que tampoco recibí respuesta. Así que miré donde estaba, una habitación de paredes blancas, con unas diez literas con sábanas verdes y mantas de esas grises que pican, esparcidas por el contorno del espacio. Las ventanas tenían rejas y la luz estaba encendida. Había un lavabo y una puerta que daba a un baño.

Allí estaban Fez, una mujer-ángel de Nigeria, que me decía con sus labios gruesos que tenía que ser fuerte y estar tranquila y una mujer de India, que sólo después de haber desinfectado el baño con lejía salió a saludarme. La pregunté su nombre, pero dijo tantas veces bacteria que eso es lo que más recuerdo de ella, eso y que más bien aquella mujer parecía pagada por el enemigo. 

Después de saber que estaban allí trabajando y que, un buen día, las habían metido ahí a la espera de deportarlas, después de entender que estaba en un CIE israelí, intenté dormir un poco. Al rato, oía de fondo que las dos mujeres hablaban, la India decía cosas que no entendía y Fez le respondía que me dejara dormir. Pero hizo oídos sordos y, al rato, me despertaba tocándome en el hombro. ¿Qué pasa?- le pregunto. Y ella me dice que Dios nos quiere a todos por igual. Yo le respondo que quien es Dios, que yo no le conozco. Y su rostro pasó de ser afable a volverse serio con un bufido. Me supo mal, pero yo sólo necesitaba dormir un poco, para estar fuerte, para seguir el consejo de Fez. Así que sin más, me di la vuelta, tapándome la cabeza con aquellas sábanas verdes.

De puro cansancio conseguí dormirme. Y no sabía cuánto tiempo había pasado (ninguna teníamos reloj) cuando nos trajeron tres bandejas de comida: arroz, carne y guisantes, que me obligué a comer, para estar fuerte. 

Cuando ya terminamos de comer y las dos mujeres se recostaron, decidí hacer lo mismo. Descansar un poco. Intentar dormir. Al rato entraban dos mujeres rusas en la habitación. De un brinco me levanto de la cama, con la esperanza de poder preguntar a alguno de esos pseudo-hombres cuánto tiempo iba a tener que estar ahí. Pero no me dio tiempo. Me presenté a las dos, pero ninguna hablaba inglés, ni italiano ni español y yo no hablo ni ruso ni hebreo, así que me limité a ofrecerles un bocadillo que me habían dado al entrar. La más mayor, Tamara, parecía decirme con gestos que quizás estaba envenenado, a lo que la otra, más joven y más angustiada, respondió con un soplido que se convirtió en sonrisa. (Me alivió verla sonreír)

Al poco me llamaban. No me dijeron para qué. Así que no pude despedirme de ellas, cuando ya me bajaron a buscar mis cosas y me llevaban al avión. Pedí por enésima vez poder hacer una llamada y pedí que me dejaran cambiarme de ropa. La respuesta fue no. Pregunté que donde me llevaban de vuelta y sólo entonces me dijeron que a Madrid. Cuando ya iba a montar en el avión, al que entré desde la pista de aterrizaje directamente, tendí la mano para que me dieran mi pasaporte, pero la azafata de Alitalia se me adelantó y me dijo que se lo daba al piloto y que cuando llegara a Roma me lo devolverían.

El vuelo fue horrible. Mi cabeza estaba dividida. Por un lado, no hacía más que pensar en qué es lo que tendría que haber contestado, en lo tonta que había sido, en aquellas pobres mujeres, y por otra, intentaba convencerme de que aquello ya no se podía arreglar, intentando vaciarme la cabeza y poder dormir. Por fuera, otra vez esa absurda sensación de normalidad. La gente hablando de sus viajes, quejándose porque no le servían la bebida lo bastante a prisa, la pareja que tenía al lado discutiendo por auténticas chorradas... 

Al llegar a Roma me dicen que me espere al final del vuelo. Me espero y voy al encuentro del piloto para que me de mi pasaporte. Cuál es mi sorpresa cuando no me lo da a mi, sino a un hombre vestido de calle, con barba, que me dice que es policía. Intenta ser amable, me pregunta si entiendo italiano y asiento, me dice que no me preocupe, que eso es normal, me mete en un coche de policía y me pregunta que por qué no me han dejado entrar. ¿Normal?- pienso. No le respondo. No quiero hablar. Quiero que me devuelvan mi pasaporte de una vez y me dejen en paz. En el aeropuerto, tengo que volver a pasar mis cosas por el escáner, cosa que hago de mala gana. Me conducen hasta una puerta, entran y me dicen que espere. Sale el barbudo, me da el pasaporte y me indica por donde tengo que ir hasta el siguiente avión, a lo que yo le respondo que ya se leer, gracias. Sin más, me voy. Normal...

Ya cerca de la puerta, voy a la burbuja de fumadores. Me doy cuenta de que no tengo filtros, que los tengo en mi maleta, así que pido un cigarro a una chica. Una chica-ángel de Rota (tenía que ser de Rota) que se llama Paquita, que me abraza y me quiere ayudar cuando le cuento mi historia. Nos tomamos dos cervezas juntas y me relajo. Vuelvo a la normalidad. Ahora sí. Busco un enchufe donde cargar mi móvil y cuando lo encuentro me doy cuenta de que el móvil está en la maleta, así que hago la llamada desde una cabina. 

Después es ella quien me cuenta que vive en Turquía y que se dedica a ayudar a la población kurda. Me cuenta las penurias que vive esa gente en Turquía, en cómo fueron masacrados y en cómo son discriminados y me siento pequeña, pienso en los desaparecidos de México y me siento pequeña, pienso en aquellas mujeres encerradas en esa celda y siento que mi historia es un cero a la izquierda en el cúmulo de las historias de muchas de las personas que viven en el planeta, pienso en el Sáhara y en esas bombas que irrumpieron en la noche a mi llegada a Tel-Aviv, pienso en la absurda normalidad con la que la comunidad internacional baña la situación en Israel, y no me puedo creer que la gente vaya allí de turismo, como si todo fuera normal, pienso en la mentira en la que viven los chinos, pienso en la mentira que vivimos todos, convencidos de que los Estados valen para algo, pienso en las condenas a penas de muerte... y en tantas cosas que cuando llego a Madrid, después de cuarenta y ocho horas de infierno, y me dicen que mi maleta se ha extraviado y que tengo que esperar una cola de treinta personas para poder reclamarla, pienso en la suerte que tengo.

Me acuerdo de Fez, siempre la recordaré, y creo que me he hecho más fuerte. Para siempre. 

04 noviembre 2012

Los números:

Este niño de sudadera roja, junto a otras cincuenta familias, han conseguido ocho alquileres sociales, después de catorce días de acampada en Bankia.
En más del ochenta por ciento de los más de quinientos desahucios que se ejecutan a diario en Expaña se ven niños implicados. Niños que, en la mayoría de los casos, sufren trastornos de conducta. Pero eso no son números.

01 noviembre 2012

nosotras las palabras

que así a botepronto, esa también incluida por paleta, que es una cosa que me gusta a mi mucho y esto, estas también, que me gustan tanto que tacharán a otras que bah, sólo están ahí impidiendo el flujo mecánico del pensar. Automáticamente. Ático. La vecina del ártico. Polar artístico. Chinchonear.