Muchas veces le he visto.
La diferencia
es que ayer
le vi
y le reconocí instantáneamente.
En el con
tempo.
Una sensación se coló por la grieta
y abrió un espacio sensible
un dolor
una herida.
El enemigo aprovechó que la compuerta estaba abierta
y se coló también.
Se estaba haciendo cargo de mi mirada
fija
de mis labios
apretados
de mi cuerpo
rígido
de mis palabras
duras
monosilábicas.
Lo reconocí porque se que yo no soy esa.
Intentó separarme de ti.
Hizo todo lo posible por ampliar la grieta
por separar mis bordes
y llevarme al límite
de la desconfianza,
del dolor,
de la separación.
Lo estaba viendo
de forma contemporánea
mientras tú contabas
tu historia
de cuadernos en blanco
preparados para tu 'lección de amor'
tus poemas
y tus eventos trágico-mágicos.
tu historia
de candados en la cintura
y cantos e improvisaciones
unidas por un hilo dorado
el mismo
que también me conecta a mi.
El enemigo quiere seguir escuchando
quiere encontrar indicios de tu maldad
de tu traición
de tu mentira
y busca
olisquea
como un perro
con la nariz bien pegada al suelo.
Esa parte de mi tiene la barriga
llena de arañazos
y escuece.
A otra parte de mi no le interesa en absoluto esta historia,
no por la historia,
que me parece que tiene
todos los ingredientes
de una buena historia
con final abierto.
El personaje principal está librando un duelo
consigo mismo (y no solo)
y en el camino de vuelta a casa
se va encontrando personajes
que le ayudan a librarlo
en las orillas de los ríos
y en los bosques
de formas muy mágicas y coloridas.
Esa parte quiere reírse
de la situación absurda
a la que el enemigo
nos está llevando
porque lo importante no está ahí.
Tu y yo de frente. Tu contando tu historia. Yo tomando notas. Tu diciendo que te sientes en consulta. Yo diciendo que la que está en terapia soy yo. El enemigo frunciendo nuestros ceños y una carcajada que quiere explotar dentro de mi. Porque ahí no está la verdad.
Esa parte
de momento no puede
irradiar,
de momento,
entonces
imagina unicornios
saltando por encima de
arcoiris tridimensionales.
Empieza a sonar llover fuerte
y
la ropa está tendida.
La conversación se corta.
Recogemos las sábanas,
las prendas.
Estoy cansada,
confieso.
Estoy llorando,
ves.
Estoy agotada,
más bien.
Me merezco tranquilidad
alegría
sosiego.
En los últimos años me han pasado muchas
muchas cosas,
creéme,
muchas.
Pues no te inventes más,
me dices.
Y
rompo la rígidez de mi mirada,
la de mi cuerpo
y la de mis palabras.
Me gustas mucho,
digo.
Te abrazo.
Bendita lluvia
y
Bendito enemigo
Podéis venir cuando queráis,
pero no me calaréis los huesos.
Por aquí,
no más.
Has perdido.
Querido enemigo,
pero debo reconocer tu habilidad.
¡Enhorabuena!
Ahora
quiero hacer lo que me gusta
todo el rato,
todo el tiempo
lo más posible,
lo más placentero,
lo más gozoso,
lo más liviano,
eso busco y eso encuentro
querido enemigo,
puedes seguir buscándome
en los espacios interdimensionales
que se crean entre el gozo extático de la conciencia,
el canto
y la pasión de comer un plato de pasta con chorizo y tomate.
Allí me encontrarás.
Haz lo que puedas con ello.
Suerte.