23 septiembre 2011

MariCastaña

Hacía tiempo
que el teléfono no sonaba.

Ya no había
transacciones que realizar.

Ya nadie
compraba
compulsivamente.

Ya nadie
trabajaba
con bancos.

Ya nadie
pensaba
que fueran útiles
para nada.

Se estaban extinguiendo.
Botín estaba en las últimas.

En cambio,
la venta
de colchones
había aumentado
considerablemente
aquellos meses:
viscolásticos,
de muelles,
individuales,
redondos,
con canapé,
futones al suelo...

Cada cual
lo tenía
a su gusto.

Entre tanto,
MariCastaña
se aburría
miserablemente.

A pesar de no haber trabajo,
la jornada en el banco
seguía siendo
la misma.
¡Cabrones!

Asi que,
para ver qué salía,
probó a meter
el dedo
en un agujero de la nariz
y después,
en el otro.

No salió nada,
aquel aire acondicionado
estaba
asquerosamente
limpio.

Después,
compró
millones de bolsas
de cacahuetes
bañados en miel.

Jugó a lanzarlos al aire
para después
atraparlos con la boca
bien abierta.

El suelo acabó perdido.
Las señoras de la limpieza
se enfadaron con ella:
la llamaron infantil
y patosa.
- ¡Que ni hacer el tonto sabe esta niñaaaaa!

MariCastaña se avergonzó.
Para evitar
más problemas,
se quitó
la tentación
de enmedio
regalándole
los proyectiles
a un cualquiera.

Seguía aburrida.

Las horas
no pasaban.

Ya había revisado
y cambiado
la pila del reloj
cuatro veces
esa mañana.
(Por si acaso era eso)
De repente...
¡IDEA!:
- ¡Haré un curso online
de venta de colchones!
¿por qué no?
La respuesta
vino sola. 
Apenas si pasó
diez minutos
mirando la información
empezó a bostezar.

Aquello era un rollo
macabeo,
la mandíbula
podía desencajarse
en cualquier momento.

Le habían dicho
que era
tremendamente
doloroso
(además de poco estético)
Así que,
desechó la idea.

Ya no sabía
qué más hacer.
¿qué puedo hacer?
¿qué puedo hacer?
no sabía que hacer.

De pura desidia,
cayó dormida.

Se despertó
en una de las cabezadas,
porque pensó
que se había partido una vértebra. 
(ya otra vez le pasó)
Pero no.
¡Qué susto!

Con el trajín, no se dio cuenta
que su turno
había terminado.
Yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Quiso poner una guinda
a ese día de mierda,
pero ¿cómo?
¿Cómo?
- Ya sé, ya sé,
me iré... ¡volando!

Abrió la ventana
de par en par
y se tiró
con una bolsita de plástico,
de las de la farmacia,
en la mano.

Con tamaño paracaídas,
descendió
los cincuenta
y siete
pisos
a la velocidad
del rayo
y
justo,
cuando
estaba
a punto
de estamparse
contra el suelo,
un calvorotagordinflón
que iba caminando
por la acera,
se cruzó
en su trayectoria,
muriendo en el acto.
(laostiaaaaaaaaaaaaaaa, fue lo último que pensó)

MariCastaña
rebotó
hasta el piso veintitrés
haciendo
doble pirueta
en el aire.
(se iba descojonando, la tía)

Fiuuuuuu...
Se salvó. 
Aún hoy
sigue pensando
que fue
gracias a
esa raquítica
bolsita
de plástico.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

hehehehe!!!!
calvorotaquerebota!!

Anónimo dijo...

hehehehe!!!!
calvorotaquerebota!!

Do dijo...

Con escribirlo una vez ya me habías enamorado. :D

Anónimo dijo...

Oye neña,esta maricastaña,es un claro ej. De un cronopio,encerrado en el cuerpo de un fama...Si...

Do dijo...

Puede ser. Para mí, más bien, es un chorrilata en cascada circoncupeidal.

Anónimo dijo...

Hehehehe!!!
Me escojjjjono!me gustan tus cuentos diminutos,do ,conoces la historia del gordinfloncalvorota que queria suicidarse,pro tenia dos problemas para ell0,1.era muy cobarde para hacrlo y 2.no se consideraba muy creativo n sus haceres, lo q le producia una terrible dsazon,pues el suicidio en si, dberia ser un acto artistico y por supuesto ejemplar.
Aqui es, donde se cruza la chorrilata de maricastaña,con el gordinfloncalvorota
Oye,q suertudo el gordinfloncalvorota...conocio a maricastaña...
Ciao chorrilata/do...

Do dijo...

Santa Beata MariCastaña, liberaba a los calvorotagondinflones de su desazón saltando al vacío.

Angelical, señor Anónimo. jajajajaj

Anónimo dijo...

;)
Cambio y corto (ya no t doy la turra mas)
Ciao neña...