05 noviembre 2020

Ni modo

Tengo miedo a que te mueras. 

- dije de pronto.

Era necesario decirlo. 

Poner algo de rojo en la pasividad de la bruma de domingo.

Para eso nada mejor que un chile de verdad.

 

Tengo miedo.
No a que te mueras
sino, más bien, al vacío,
al shock,
a la caída irremediable en un abismo de pesimismo y soledad. 
No es por ti.
Es por mi.
Siempre yo.
Yo y los niños.
El vacío.
Sobre todo eso.
La ausencia.
Sobre todo eso.
Me doy cuenta de que es algo que no he transitado.
Debe ser amargo
como el martini blanco
seguro que se queda un rato ahí.
Pero no lo sé
porque no lo he vivido
o tal vez si.
En otras vidas.
Y de ahí este miedo que ha aparecido como esa lombriz que estaba tranquilamente enredándose en la raíz del hinojo y no esperaba a que fuéramos a arrancarlo de ahí.
Hoy, sin previo decreto ley, a las 11.45.
Arrancar. 
Salir.
Morir.
Palabras.

- eso fue lo que no dije.

Es porque soy mayor.

- dijiste sin dejar mucho espacio
ni a las espirales melancólicas
ni a los conos metafísicos invertidos
de los huertos del extrarradio
vendidos al mejor (im) postor.

No sé.
Simplemente me viene esa imagen. 
A veces.
Y sé que es miedo.

 - eso sí lo dije. Suspirando bien fuerte.

Pero algún día moriré.
¿Lo sabes?

- dijiste 
como quien pronuncia 
las últimas palabras 
de la defensa 
de su tesis doctoral.

Hay tardes que han sido destinadas para ser bruma pesada.
días cualquiera
balines blancos
carentes de emoción 
ni profundidad ninguna.
ni gritos ni hostias.
Y así debió ser.
Porque de pronto, 
mis rodillas bucólicas cedieron.
Y solo dije:

 Joder. 







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