20 octubre 2011

Tú y tu maldita conciencia

Ves esta imagen, vertical. Das al scroll hacia arriba y hacia abajo un par de veces, para verla bien. La vibración del color naranja te llena de energía, primero. La negación del calor,  el negro, te hace sentir triste, después. Mucho naranja para tan poco negro, piensas.
Y eso que aún no sabes nada. O sí, lees las noticias y además no eres tonto. Sabes que eso es un fuego. Y que nadie asará chuletas. Sabes que eso es Galicia, que es uno de los doscientosdieciséis incendios que se produjeron el pasado fin de semana. Prefieres ver el número escrito, porque así se hace más honor a la cantidad de hectáreas arrasadas, cincomiltrescientascuarentaydoscomasesentayseis.
Ahora que has caído en la cuenta, te parece que, definitivamente, falta bastante negro en la imagen. Quieres contribuir a ello. Pero te gustaría no tener que llegar al último recurso. Los bosques te gustan, pero no tanto como para eso.
Lo primero que se te ocurre es hacerte bombero, pero no puedes: te dan miedo las alturas. Lo desechas.
Miras a tu alrededor. Te acuerdas de la tarifa plana que acabas de contratar. Coges el móvil. Llamas al delegado de la Xunta, a ver si te dice en qué puedes ayudar. Su secretaria dice que no está, que se ha ido al fútbol. ¿Cómoooo?, le dices. A ver al Madrid, te responde. Ahora todo te cuadra: es ese tipo de persona. Cuelgas. Tienes que pensar más. Pensar más y mejor. Te das golpes en la cabeza. (¡No, contra la pared no! Con las manos, con las manos.
No consiste en partirse la crisma.) Te tranquilizas, respiras hondo, quieres evitar el último recurso. Eso es todo.
Barajas la posibilidad de organizar una manifestación gigantesca, ahora que la gente le esta cogiendo el gustillo a salir a la calle, estás seguro de que sería un éxito. Pero no sabes ni por dónde empezar, mailing masivo, a qué hora sería y dónde, contra quien es esta manifestación, quién va a hacer las pancartas, a quien hay que pedir los permisos, qué permisos hay que pedir... demasiado tomate. Además, razonas, muchas personas gritando no cambiarán que los árboles se hayan quemado. Y según estás pensando eso ya te estas arrepintiendo porque, amigo mío, eso, justamente eso, te lleva derechito al último recurso.
¡Mierda!, eso es lo que dices. Tendrás que plantar un árbol. 

Foto: MIGUEL RIOPA (AFP) en EL PAÍS

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