16 enero 2021

Viaje interior bruto

Viajo siempre en primera clase.
Vaya donde vaya
miro siempre por la ventanilla.

Me gusta mirar el paisaje.
Las formas difuminadas
por el espacio tiempo,
las bolitas de luz invisibles al ojo humano.

Estos últimos días viajé 
a las cloacas de mi organismo.
Me llamaron y acudí,
¿qué iba a hacer?

¿Quién mejor que yo para ver
las formas desdibujadas de mi intestino delgado?
Su transitar abrupto en mi abdómen. 
Ese apéndice, nuevo, dolorido.

Observar un dolor móvil, serpenteante, 
burbujas, movimiento, gas.
Alivio instantáneo y después más,
rayos y diagonales en espiral. 

Y así tres, cuatro días. 
Empezando en la cresta y decreciendo.
Avanzando en el regalo de estar conmigo y con mi mierda. 

¿Quién mejor que yo para aprender a mover mi mierda?
porque, uh papi, eso sí era mierda.
Mis atracones, mis excesos, fritos, mezclas imposibles, el cero, pero cero, cuidado con mi templo. Todo eso estaba ahí recogido para que yo lo viera. 

¿Y a quién le iba yo a dar eso?
Se lo di a mis manos, a mi conciencia, a mi luz.
Para que aprendieran por dónde no hay que caminar. 

Y algo hemos aprendido.
Que no todo lo que nos llevamos a la boca es alimento.
Que en el futuro, será mejor llenar los vacíos de silencio
y viaje interior.

La próxima vez, de placer y amor.



No hay comentarios: