01 abril 2011

De repente... ellas

En esa mañana de sábado habíamos ya terminado lo que habíamos ido a hacer. Así que dimos cuatro saltos de alegría y algún grito histérico también. La cosa había salido bien. Yo estaba contenta y tenía ganas de celebrar o, al menos, de parar un segundo para alargar más el momento. Paladearlo. Relamerme, eso era lo que yo quería.

Sólo Paula me siguió. Más que suficiente ¿Dónde vamos? me dijo. Aprovechando que hace bueno, iremos a una plaza en la que siempre pasa algo. Si te parece bien, conteste. Lo veo, respondió. Y allí que nos plantamos. Las dos. El sol en la cara, suave. La cerveza en la mano, fresquita. La charla, amena, divertida. No se podía pedir más. O sí, pero hubiera sido de tontos. La avaricia siempre rompe el saco. Siempre.

Y cómo no pedimos más, pasó. Una chica, la de la izquierda: ¿Tienes fuego? Si, claro, toma, pero¿que hacéis aquí tantas mujeres en bici juntas? Llevamos toda la mañana recorriendo Madrid, me responde la de amarillo. Hemos empezado en el retiro, y ahora nos vamos a embajadores. Queremos una ciudad mejor y más espacio para las mujeres. Somos parte de un colectivo llamado Sororidad, dentro de Ecologistas en Acción. Ella, me dice la de la derecha, es la feminista más pequeña, señalando a la del casco rosa. ¿En serio? le pregunto. Y ella me mira con cara rara. No parece muy convencida. Bueno... cada cosa a su tiempo, pienso. ¿Puedo haceros una foto? Si, claro. ¡Bien! A ver... a la de uno, a la de dos, a la de tres!


Lo publicaré aquí. ¿Donde? Aquí. Ah vale, lo miraremos. Muchas gracias. Muchas gracias a vosotras. No sabéis lo que me gusta ver a la gente en movimiento. Y mas si van armadas, con un megáfono. Y más si reparten panfletitos. Y más si van en bici. Y más si son mujeres. Y más si les gusta que les hagan fotos. Y más si sonríen. Creo que mi sonrisa me delata. Creo que saben que me gustan. Pero no me importa...

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