29 abril 2011


¡Qué bien que por fin hemos llegado! Que ganas tenía de correr cargada de bultos de un lado para el otro bajo la lluvia. Que ganas de empaparme hasta los huesos. De tiritar. De ver salir caracolillos de mi pelo, tan graciosos. Los muy caprichosos, sólo salen si llueve.

Qué bien que entramos en esta casa hueca, vacía, sin alma. Huele a humedad concentrada. Y aburrida. Qué bien. Por fin puedo ponerme a achicar el agua que entra por la ventana, mal colocada. Era lo que más me apetecía. Eso y ver una pantalla negra, o con moscas, o con rayas de colores. Tenemos de todo, menos canales. Perfecto, la tele no funciona.

Será por la tormenta. Será. Será que esas gotas como cantos han golpeado la antena. Será. No lo se. Yo solo se que es la cuarta vez que estornudo. Tuvo que ser ese goterón que casi me hunde la nariz. Da igual. Eso es lo de menos.

Lo de más es el momento. Tú en un sofa, leyendo. Yo en otro, aferrándome a cada segundo entre sueños difusos. Dentro, la calma. Fuera, la tormenta, los sonidos hermosos, las calles desiertas, el movimiento frenético del viento. Lo inesperado. Lo bello.

Las vacaciones.

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