14 octubre 2011

Obús y Butrón, el binomio fantástico

El señor Obús iba un buen día caminando por la calle. Nada especial, salió a comprar el pan donde todos los días, a una tienda de barrio a cincuenta metros de su casa. Estando tan cerca la tienda, no solía cambiarse las zapatillas de casa, como aquel día. Total, ¿para qué?

Cuando iba a doblar la esquina se topó con el señor Butrón, un viejo amigo a quien había dado clases hacía años. ¡Menuda sorpresa se llevaron! El calambrazo de la impresión les dejó pasmados, mirándose fijamente a los ojos, durante un instante. Sin poder reaccionar. Cuando por fín se reconocieron, se abrazaron una y otra vez, pellizcándose las pieles ya flácidas del bajobiceps y golpeándose la espalda por detrás. (Al día siguiente, el señor Obús, más entrado en años, tendría moretones)

Sólo instantes después fueron capaces de relajar las sonrisas, para intercambiar algunas palabras. Torpes al principio, sinceras después.

- ¡Cuanto tiempo!
- ¡Y tanto!
- Deben ser... lo menos... lo menos... tres o cuatro años.
- Lo menos...
- Y bueno y que... ¿qué tal? -preguntó el señor Obús, emocionado- Cuéntame, hombre...
- ... - el señor Butrón seguía pasmado.

Todavía sonreía ampliamente, pero en el brillo momentáneo de sus ojos, el señor Obús, encontró un poso de pesadez, de rutina. Decidió empezar bien, entonces:

- Dejamé que te vea... Estás estupendo. Cómo se nota que te cuidas... Da gusto ver que hay cosas que no cambian.
- Bueno... si que intento cuidarme si... pero bueno, ya no soy el que era.
- Yo te veo bien, chico, no sé...
- Si, si estoy bien. Lo único es que, tu sabés, ya no es lo que era.
- Psssssclaro, menuda obviedad. Nunca es lo que fue, esa es la gracia de la vida...
- Entiéndeme, hombre, tu ya sabes de qué hablo, esto de haber pasado a la segunda plana... no sé, no es tan divertido, ni tan emocionante... Siempre estos días de otoño me hacen acordarme de aquellos días de gloria. Las entrevistas para la tele, verme en todos los periódicos cada día, estar en boca de vecinos, joyeros, restaurantes y ladronzuelos. Tú date cuenta, ¡que fui la estrella de la delincuencia de medio pelo!
- Si, ¿¡cómo olvidarlo¡? Todos hablaban de Butrón, la técnica infalible. Un poco aparatoso, quizás, pero tuviste a la policía dislocada una buena temporada. Anda que no me divertía yo leyendo la prensa esos días. Bueno, aún hoy me divierto cada vez que te veo. De aquellas lo comentábamos en clase, ¿te acuerdas?
- Y siempre nos decías que todo aquello era efímero, que todo tenía su fin. En mi caso aún no ha llegado ese momento, pero un buen día empecé a perder popularidad, empezaron a encarcelar a los ladrones y todo fue cayendo. Pasé de ocupar las portadas a llenar dos columnas miserables. Fue tan rápido... me dejó tan poco margen.... no sé, supongo que nunca interioricé tus palabras.
- Hombre, no te fustigues. Siendo como eres, Butrón, lo tienes complicado para interiorizar las cosas. Es tu condición de agujero.
- Vaya, tienes razón.
- Claro, pero bueno, mientras termina de apagarse tu llama, puedes ir buscando nuevos senderos. Ya verás - le decía el señor Obús, siempre optimista-, seguro que te puedes reciclar en otra cosa. Mírame a mí. Cuando terminó la guerra civil, mi actividad fue disminuyendo paulatinamente. Pero antes de tocar fondo, tomé otro camino. De mis tiempos de destino en Burgos, supe de unos pasteles de crema riquísimos y pesados como el demonio, todo sea dicho, que se llamaban obuses. Así que, terminada la contienda, no lo dude un momento. Me fui para allá derecho.
- Nunca me lo habías contado. Menudo cambio ¿no?
- Bueno, imaginaté, los primeros días aquello fue un sinvivir. Esas bocas ácidas, llenas de dientes y con esa lengua viscosa... al principio me resultaba repugnante. Pero, fijaté, luego me acostumbré. Al fin y al cabo, la vida es más amable en una vitrina que en el frente.
- Claro, eso sí...
- Pues eso, no hay que decaer, tienes que buscarte otra ocupación.
- Ya veo, pero no se me ocurre cuál.
- Pues eso es en lo que tienes que pensar.
- Ya... si quieres te invito a comer el sábado y me echas una mano. ¿Qué me dices?
- Pues ¿qué te voy a decir? que me parece una idea fantástica. Eso si, te advierto que con tanto azúcar y tanta crema pastelera como manejo, estoy a régimen, por el colesterol y eso.
- Eso no es problema, cocinaré algo ligerito. Hasta el sábado, entonces.
- Perfecto. Hasta entonces.

El señor Obús y el señor Butrón se dieron un apretón de manos enérgico, se abrazon y prosiguieron su camino con la tranquilidad de saber que se volverían a ver a los pocos días. En el universo de las palabras, siempre era una alivio encontrar un viejo amigo con quien charlar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y se hizo butrón de la corte imperial para diversión de la realeza en tiempos de falta de quehaceres.

Do dijo...

Me gusta ese oficio para Butrón. Si señor/a.