29 mayo 2013

Una pausa, por favor.

Sentado en el suelo pasas la mañana. Una farola hace las veces de respaldo. En tus manos un cartel dice que eres huérfano. Un hombre se detiene delante de tí, posa el cigarrillo recién encendido en el cenicero y entra en el estanco. Fuma Marlboro. Compra una cajetilla de 4,65, sale y se monta en el todoterreno de ciudad. En el cenicero queda ese cigarrillo, consumiéndose, detrás tu cartel también dice que cuidas de un hermanito y detrás tú que sigues distraído las rodillas de los traseúntes. Un hombre que fuma L&M entra en el estanco, compra una cajetilla de Camel y, cuando me despido de él, que pase un buen día, la farola ya no sujeta tu espalda. El vacío de tu vaso de plástico y el abismo de esa realidad a la que no me asomé, se han ido a otra parte. Y una mujer que fuma DunHill Light y compra DunHill Light mete su cajetilla en un bolso que dice ce hache, ce hache, ce hache y sale del estanco.

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