21 enero 2020

Dos veces dos.

Camino dos veces el mismo camino.
Extraño camino. No sé si alguna vez lo caminé antes y en dos días dos veces. Así va. La cosa se repite hasta que se aprende. Y aquí estoy yo. Por sorpresa de nuevo en Méndez Álvaro. Preguntándome qué tengo que aprender de este camino.

Decido escuchar la misma música que el otro día. Y camino.
Observo mis pensamientos, juguetones. Observo mis emociones mucho más en calma que hace un momento. Aquello era una distorsión del ambiente. Ahora lo veo. Algo se me coló. Camino mis pasos limpiando todo lo acumulado en el día. Limpio mi mente, mis emociones, la prisa, las ganas de demostrar nosequé. Me limpio con el poder de mi intención (y la gente, ese ente, inspirándose en Harry Potter y no se qué para hacer magia).

El aire sacude fuerte. Hace frío y se me cuela por entre la chichi. Meto la camiseta por debajo del pantalón. Supersexygirl (si me vieras). Me subo la capucha y camino. Me siento como en mis 17. Volviendo a casa de entrenar buscando el abrigaño de los edificios. Entonces me ponía la beisbolera de mi padre. Hoy llevo la chupa que me regaló Silvestre. Las dos son guapísimas. Y ahora que pienso, pocos abrigos me he comprado yo. Ese abrigo de las manis era de Dani.

Me gusta sentirme hombre y mujer a un tiempo caminando en la ciudad. Porque eso es lo que es. O, más bien, lo que no es. Yo no soy ni hombre ni mujer. Si a veces hablo en femenino es básicamente porque me da la gana. Si tuviera que justificarlo podría darte hasta 37 motivos. El 38 sería el feminismo.

A mis 24 una vez me preguntaron si me gustaba la carne o el pescado. Por lo visto había en una de las mesas del salón una chica interesada en mi. Yo respondí que era vegetariana. Y respondí eso porque era cierto. No como ahora, que soy vegana. ‘Come lo que la da la gana’ -responde mi madre. Y así es. Estoy reinventando el veganismo a base de langostas. (Esto solo lo entiende la Harriet)

Con mis botas de los 17 me siento como en los 17 volviendo de las llanas en el bus de menos veinte. Y en el cuello la misma contractura en el hombro derecho. Cuando me preguntan que es lo típico de Burgos digo eso. La morcilla y las contracturas en el hombro. De batallar contra el viento. Si no fuera por el viento que hace... Aunque ya no es lo que era. Ya no es lo que era.

A Gurdjieff su padre le obligaba a bañarse al aire libre en pleno invierno. Desnudo. Nada más levantarse. Yo me pasé tardes enteras, y después noches, a la intemperie. Los dedos congelados y qué. La vida es el campo de batalla. Así es. Y solo unos pocos saben estrategar, porque solo unos pocos saben de qué va este juego.

El padre de Gurdjieff sabía algo. Yo no.

Recuerdo esos momentos mientras camino y me planteo si coger un taxi. Hace mucho frío. Y qué. Te lo creerás o no pero tampoco sé cómo se coge un taxi. Sigo caminando a ver si descubro qué es lo que tengo que aprender de este camino que ya he recorrido dos veces en dos días.

Acercándome a Delicias me acuerdo de Rafa Medrano. Vivía por aquí hace años. ‘Si no te tuerces, harás cosas grandes’ -recuerdo que me dijo un día mirándome a los ojos. ‘Entonces ya estaba torcida’ - pienso para mi divertida. Pero ni él ni yo lo sabíamos. Nos conocimos en el principio del fin. Después todo empezó a cambiar para mi. Hacia mi. Ojalá que para él también. Hacia él, me refiero. Le escribo para tomar unos vinos, pero no responde.

Leo en el suelo esto. Me sonríe. Quiero decir que me hace sonreír. Yo siempre preferí llevarte de paseo conmigo a hacer poesía. Nunca entendí la poesía que no se entiende. Yo solo dibujo paisajes con mi vida, que es lo único que tengo. Eso y mi forma de vivirla, claro. Por eso elijo escribirla. Contarla. Porque esa es también mi forma de vivirla. Y oye, me hace gracia llevarte de paseo. Hacerte probar una de las especialidades de mi Burgos a los 17.

Y decido que uno de mis objetivos vitales será sentir mi cuerpo limpio. Libre de dolor y de esta contractura de los 17. Y creo que solo por eso ha valido pasar frío. Tampoco ha sido para tanto. Si conoces a una buena masajista en Burgos, avísame. Voy en serio.

Solo una vez sentí mi cuerpo libre de dolores. Fue brutal. Fue mágico. Único. No tengo palabras molonguis para describir ESO. Nunca me había sentido libre de dolores, molestias... ¡nada! ¡Cero! Fue gracias a Yoli en una sesión de BodyKnowsBreathwork. Te masajea mientras respiras holotrópicamente y después te aterriza con focusing experiencial. Vale la pena explicarlo. Si después de eso no pasan milagros apaga y vámonos. Pero es mejor vivirlo. Antes creía que iba a seguir por ahí, pero ahora creo que ya aprendí todo lo que tenía que aprender de ese camino. Veremos.

Cada vez me veo más como una loba solitaria. Y cada vez más en mi salsa vegana. Veremos.

De momento quiero un cuerpo limpio y después...

Etcétera.

Embajadores. He llegado a casa. Quiero darme una ducha caliente.
Te quiero, te quiero, te quiero. Es verdad. Quiero pasear contigo (más). Eso también.

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