06 mayo 2012

Rebelión

Cuando hace un mes (o dos) aparecieron por casa las primeras cucarachas, tardábamos una media de cuarenta y cinco minutos en matarlas. Era todo un ritual, con sus fases, gritito histérico, evasión de responsabilidad, matala tú, no tú, venga vale tú, coge ese papel y empújala hasta aquí que la estoy esperando yo, que con este nosequé la aplasto y no salpica, sonidito, gritito, escalofrío y asco. Fin.

Carmen y Pablo el sábado, cuando Dani bajaba las escaleras del portal, estaban aún en plena fase de griterío.

- ¿Dónde está? ¡No la veo! -decía Pablo.
- ¡Ahí, ahí! ¡Debajo!- le indicaba Carmen a dos metros de la mesa.
- ¿Dónde? Ay que asco... ¡Que no la veo! - decía Pablo a voz en grito.


Les habíamos invitado a cenar. Habíamos tomado unos vinos, charlado un rato y ya habíamos decidido que teníamos hambre. Así que era el turno de Raclet de salir a escena. Raclet es un aparato que solemos describir vagamente, porque la curiosidad de saber lo que es, atrae amigos hacia nuestra casa. No queremos chafar el momento de sacarla y explicar cómo funciona, que siempre resulta conmovedor.

Justo en ese punto estábamos el sábado, posando la caja de cartón en la mesa, ya limpia, y abriendo la pestaña de la caja que la contiene, cuando, no contentos con la expectación usual, sorprendimos a nuestros invitados con un golpe de efecto. Como antílopes galopando por un arenal, las cucarachas empezaron a salir de la caja una, dos, tres, recorriendo la mesa en cuatro, cinco, seis direcciones distintas.

- ¡La virgen!
- ¡Ostia!
- Pero, pero, pero....
- Dios, ¡el nido!
- Mira, y ahí otra.


Pablo y Carmen no tardaron en saltar de sus asientos. 
Dani cerró la caja,
Un segundo después, se coordinaban para decirle al otro que las matara. 

y se quedo con ella en las manos:


- Joder, ¿qué hacemos? - me preguntó.
- Esto es lo mejor que podía pasarnos -me alegré-.  Tira la caja a la basura y ¡listo! - respondí en plan comando.

Y Dani respondió bajando las escaleras del portal, en lo que Carmen se mordía los nudillos y en lo que Pablo ya se había decidido a pasar a la acción. Haciendo equilibrismos, un pie en el gres, el otro en el aire, intentaba bajar a la cucaracha de debajo de la mesa con la tosca goma de sus zapatillas.

- Pero miralá, ¡ahí! No, ahí no, ¡ahí! - esa era Carmen a dos metros de la mesa.
- ¿Dónde? ay por dios ¡qué asco!  ¡No sé dónde me dices! - gritaba Pablo.
- Ay! chico, ¡pero si está ahí! ¡ahí! - le repetía Carmen ayudándole muchísimo.

Qué suerte hemos tenido, iba pensando para mí, que por fín encontramos el nido, quién iba a pensar que se iban a esconder ahí, pero qué bien, y cosas tan trascendentes como esas, mientras observaba la escena distraída. Ellos ahí, gritando, teatralizando la situación, se veían divertidos de cojones.

- Ay ¡Pero qué asco, por dios!, ¡qué venga algún hombre ya, que aquí andamos escasos! - sentenció Pablo.

Entonces, cuando agoté todas las carcajadas que tenía acumuladas, cogí un papel de encima de la mesa y lo acerqué a la cucaracha. Suavemente, la recogí entre el papel y cuando estuvo dentro, la aplasté con los dedos. Después, para que no estuviera sola, fui en busca de la otra, la que estaba en el suelo y la otra en la pared y la otra en el mueble y así hasta terminar con todas, aplastadas en el papel. Juntitas. Muertas. 

Cuando volví al salón, después de tirarlas a la basura, Dani entraba por la puerta:

- ¿Pero cómo ha sido esto? ¡En la caja la raclet! Nunca hubiésemos mirado ahí - Dani estaba igual de sorprendido que yo.
- Ya te digo - dije-. Menos mal que sois de confianza - me reí mirando a Carmen y Pablo.
- Buah! No se cómo puedes- me respondió Pablo mirandome todavía con cara de asco.
- A todo te acostumbras - respondí.
- Verás cuando se lo cuente a mi madre- dijo Carmen- ¡se va a morir de la risa!
- Pues yo a la mía, mejor que no se lo cuente, le puede dar algo... - dijo Pablo.

No se porqué hablamos de nuestras madres si aquel día no era el día de la madre, pero así fue. Comentamos la jugada durante un rato, después limpiamos la raclet y después cenamos como fieras y bebimos lo que nos dio la gana, como si allí no hubiese pasado nada. 

1 comentario:

Do dijo...

Mi madre dice que este post es asqueroso. Creo que voy por el buen camino...