13 diciembre 2018

Una apacible mañana

Ahí voy. 
Después de un rato
valorando,
sin parar
de hacer
otro montón
de pequeñas
microtareas
inacabables
entremedias,
la pertinencia
de coger un hacha
con mi estado
de nervios,
decido que voy. 
Voy.  
Apretando
la mandíbula,
muelas apunto de estallar
y el sol de punta.  
Antes de nada,
vuelvo a colocar
la leña verde
en otro sitio
más apropiado
por 
tercera 
vez
con
todo tipo
de pensamientos
ácidos
alcalinizándome
la mente.
A quien 
se le ocurre
cortar
leña verde
y yo aquí
colocando
estas igriegas
y estas cetas
como si no tuviera cosas
que hacer
and so on.
Observo
como el trozo de vallita
de cañamo
que quería
poner
en el techo
para amortiguar
el ruido
de la lluvia,
ahora
forma parte
del suelo,
pegadito,
gracias
a las hierbitas
y trebolcitos
que han crecido
anclándolo a la tierra.  
En mi cabeza
hay un coro de voces
unas cantan
lo imbécil
que soy
por no haber hecho
esto o aquello,
otra
me trae
de vuelta
esa pelota roja
no importa
cuántas veces
la despeje,
otra me recuerda
incansablemente
que una caladita
hará que todo pase.
¿Qué ganas
de estar mal
no?
- me dice.

Y yo con el hacha en la mano.
Zas, zas, zas, zas!
pimba, pimba, pimba, zas!
Al coro
del esperpento
se suma
el sujetador sin tirantes
que se cae
todo el rato.
Lo subo
una vez
y otra
y otra
hasta que,
hasta las mismísimas,
me lo quito
y lo lanzo lejos
casi a un tiempo
lo lanzo
como si fuera
una cosa
viscosa
que tuviera
pegada
a las manos,
lo lanzo
como queriendo
colgarlo en el asta
de esa bandera
de España
que ondea
en la casa
del vecino. 
¡Encima eso! 
Ya sin la molestia
de las tetas
ya a solas
de nuevo
con mi coro de voces
mi ansiedad en crescendo 
y el hacha
sigo
pimba pimba pimba zas
montañita aquí,
esto para acá. 
Una rama
de pino
se me resiste
se escapa.
Cuando
voy a darle
le doy
y no se corta,
le doy
y le doy
por otro lado
y mis muelas
apretándose. 
Una de las voces 
me recuerda 
lo caros 
que resultan 
los implantes
y los puños
agarrando
el hacha
con más fuerza
y el ceño
ya
más fruncido
no puede estar.

Si
en este momento
alguien
me interrumpiera,
moriría
en el acto.
Hachazo al bies 
en las noticias 
de la 3.
Sigo con la rama
vacilona
Zas
pimba
pimpa
pimba y...
uno de los trozos
sale volando
y en su trazar círculos en el aire
se choca
con mi sien derecha
y me da un golpe seco,
hueco,
doloroso
que me arranca
un grito
de aquí a kuala lumpur
que
sin embargo
solo afecta a
la bandera de
España
del vecino
que
por un momento
se para. 
Es momento
de parar. 
Pongo
el hacha
en la carretilla
y llevo
lo cortado
a su sitio. 
A mitad de faena
de descargue
Rake,
que no sabe
de donde vengo,
me saluda,
como siempre,
con una sonrisa
de oreja a oreja
dándome
un susto
que me levanta
los pelos
de todo
el cuerpo,
incluida
la cabeza,
aumentando
un puntito
la irritación
en esta apacible mañana.

Ahí voy.